La quema de incienso para los budistas no sólo es símbolo de ofrenda sino también de purificación a través de pensamientos y acciones morales budistas y dejar que el entendimiento ganado a través de las enseñanzas del Dharma penetre y perfume nuestra vida en la misma forma que el incienso penetra y perfuma nuestra casa.
Podríamos decir que el incienso es como una alegoría a nuestra alma, ( nuestra casa ). Hay que tener en cuenta que es muy importante, que más que la cantidad, es la calidad.
Los inciensos que se utilizan como ofrenda en los altares budistas deben ser, en la medida de lo posible de buena calidad. De lo contrario podría parecer o interpretarse como signo de cierta poca sinceridad y respeto al acto de la ofrenda.
Entre los inciensos más usados por los budistas están los de sándalo, pues su aroma tiene la capacidad de difundirse en muchos kilómetros a la redonda.
Uno de los beneficios obtenidos al hacer ofrendas de incienso es que, en el futuro, el cuerpo emitirá una fragancia agradable.
La boca y los poros del cuerpo del Buda Shakyamuni emitían constantemente fragancia.
Por qué el cuerpo de una persona ordinaria emite olores desagradables ?.
La causa es que en el pasado no hizo ofrendas de incienso al Buda, ni observó los preceptos.
Por el contrario, utilizar inciensos como ofrendas al Buda causará que el cuerpo produzca un aroma agradable.
Al realizar ofrendas de inciensos al Buda, hay que pedir que en el futuro el cuerpo emita fragancia ?.
No. No es necesario que uno lo pida, el logro viene de modo natural. Cuando el mérito y la virtud de la persona sean íntegros, la fragancia se emitirá espontáneamente; pero de no serlo, aunque se pida, no se logrará.
Se ofrece una barrita de incienso que es colocada de forma vertical en un recipiente. Las cenizas que van quedando sirven de soporte para las barritas que se van poniendo cada día.
El incienso tiene un simbolismo y se debe saber interpretar. Cada barra de incienso significa o representa una experiencia completa, una vida completa, una etapa completa, un acontecimiento completo, una realidad completa, un dharma, una unidad completa de experiencia, una vía, el Dharma.
Las cenizas nunca deben tocar con los dedos…. Si quemas más de la cuenta el aire de la sala se hace irrespirable, si la barra es grande no se podrá plantar adecuadamente. La barra necesita una llama inicial para poder arder. Si la llama no es suficiente prenderá poco o nada y se apagará inmediatamente, si es muy intensa puede que eche a perder una porción de la parte superior.
Es necesario una determinación firme y precisa para plantar la barra a la profundidad justa, sin que se caiga ni quede demasiado inclinada.
El recipiente somos nosotros mismos y nuestra vida, nuestro anhelo, nuestra pasión, la emoción con la que afrontamos la situación.
El incienso empieza a arder y genera consecuencias en el mundo, sale humo, quedan cenizas. La ceniza es el pasado, lo que queda por quemar es el futuro, la pequeña luz que hay en medio es el lugar en el que se produce la combustión “ahora mismo”, la combustión, la vida, sólo sucede “ahora mismo”.
La ceniza cae del mismo modo que mi memoria, por etapas, y cuando cae puede que una pequeña porción se pierda irremediablemente.
La experiencia, la relación, el dharma son así, habrá pérdidas. Visto retrospectivamente, toda la ceniza era igual, pasada, inerte. La parte de la barrita que no se ha consumido por estar enterrada en el material que la sujeta es nuestro karma residual y habrá que recuperarlo y quemarlo de nuevo, tal vez en un templo …
Pero si utilizamos la propia ceniza para sujetar la barra podemos valernos de nuestra experiencia pasada, reciclada, limpiada. Hay algo digno en ello, no tiramos el pasado por inútil, tiene una nueva utilidad.
Cuando han sido quemadas unas cuantas barras hay que limpiar el recipiente, queda tanto karma enterrado que no se pueden asentar nuevas varillas. No tocamos la ceniza con las manos, no la contaminamos. La recogemos en pequeñas cantidades con una cucharilla y la pasamos por un colador fino para que caiga en un bote o recipiente para guardarla.
Así podemos pescar nuestros trozos de karma, con cuidado y con la intención de limpiar y hacer que se consuma completamente.
Después se vuelve a llenar el recipiente con la cucharilla y con la ceniza limpia. Pero siempre salen pequeñas partículas que no han ardido del todo y se volverán a limpiar una y otra vez. Recogemos los residuos y no los tiramos de cualquier manera, es como si el odio, el rencor, o el desdén no apareciesen, todo es tratado con delicadeza.
Cuando empecé a utilizar la ceniza no tenía nada para aguantarla, aprovechando viajes, en un monasterio pedí cenizas “limpias” al igual que cuando vuelvo las llevo para depositarlas en un templo de Asia. Podía haber empezado quemando de otra manera hasta acumular ceniza suficiente para poder ser utilizada, pero preferí que mi ceniza fuese heredera de un linaje de cenizas ya instituido, y también me siento honrado por ello.
(Recojo cenizas de un templo y las añado como un nuevo linaje de cenizas.)
Después me queda a mi el trabajo de llenar el recipiente, incluso de tener algo de ceniza de reserva y puedo dar mi ceniza un día a alguien para que empiece a quemar su incienso.
Esto es todo. Seguro que hay más cosas interpretables en el acto de quemar incienso, pero no hay que decirlo todo, hay que dejar que los demás tengan algo que aprender, que puedan recorrer su camino.
Fuente: RINCON DEL TIBET.
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