“Es más noble dar que recibir dijo Jesús y agregó el que sea más grande entre vosotros, que sea el servidor de todos.” Si aprendiéramos a dar sin esperar la recompensa no sólo nuestra actitud sería más noble sino que nosotros seríamos mucho más felices, porque el dar lleva en sí su propia plenitud, enriquece en vez de empobrecer.
Desgraciadamente no siempre nuestro dar es así de desinteresado, en forma casi inconsciente siempre estamos esperando que la otra persona reconozca lo que le estamos dando y nos agradezca como creemos que corresponde y ese deseo de recompensa empaña nuestro dar, deja de tener la pureza que Jesús nos pide y que él con su vida nos enseñó.
El dar necesita de un gran corazón, es un arte que debemos aprender, porque nuestro dar debe ser entregado de una manera silenciosa, recordando que Jesús nos dijo: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha” de manera que nuestro dar no se convierta en un acto de orgullo en donde el más beneficiado sea nuestro ego, porque donde él se mete, echa a perder cualquier acción, porque “el orgullo es engañoso, intoxicante y se complementa con la soberbia” de creernos mejores porque estamos dando algo o lo que es peor, también se puede dar para humillar a quien lo recibe, sobre todo cuando lo acompañamos con la concebida frase “te lo dije”
Debemos tener especial cuidado para que el que recibe no sienta ningún tipo de humillación, sino que por el contrario, sienta nuestro cariño y al hacerle sentir que hemos disfrutado más dándole, que lo que él ha disfrutando recibiendo, que sienta que no está obligado hacia nosotros, sino por el contrario, porque Jesús nos dijo “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea primero el siervo de todos”
Hay una gran diferencia entre Dar y Darse, el primero puede ser un acto mecánico que obedece a una programación de nuestra personalidad y eso lo hacemos con frecuencia, pero Darse significa involucrarnos en lo que hacemos, poner nuestra mente y nuestros sentimientos, es actuar con generosidad, un concepto poco usual en nuestra sociedad mercantilista que hace que muchas veces cuando recibimos algo inesperado, de inmediato pensamos que es lo que esa persona pretenderá pedirnos. No sólo no sabemos dar, sino que tampoco sabemos recibir.
La generosidad es un término casi desconocido que va mucho más allá de la simple ayuda o limosna, es dar con el corazón, es dejar nuestro egocentrismo y pensar en el bien ajeno, incluso a costa de algún esfuerzo de nuestra parte y que trasciende lo material, porque es dar con delicadeza para no ofender a quien recibe, es entregar ternura, es dejar aflorar nuestra sensibilidad para escuchar al anciano que nos repite historias contadas ya cien veces como si nunca las hubiésemos escuchado, es dedicar tiempo a los niños para responder sus por qué antes que tengan que ir a Internet a preguntar… Es sonreír cuando no tenemos ganas de hacerlo pero alguien necesita de consuelo o amistad…es saber callar para no herir con una crítica ácida…
Dicen que hay que dar hasta que duela…pero no es el dolor del sacrificio, sino de esa entrega que va más allá de lo que estrictamente se nos pide… darse, es extralimitarse en el amor… como lo hizo nuestro Maestro que “dispensaba salud y esparcía felicidad en una forma natural y lleno de generosidad mientras pasaba por la vida, es literalmente verdad que El caminaba haciendo el bien al pasar” como deberíamos aprender también a hacerlo nosotros, sin aspavientos de ninguna clase.
El dar para que sea real, debería ser siempre una necesidad nuestra de cumplir alegremente con la fraternidad que Jesús nos pide, más que una obra de caridad, porque ella comienza donde termina la justicia, por eso el acto de dar si nuestras intenciones no son puras, deja de ser una virtud y se puede convertir en soberbia.
“Libremente habéis recibido por tanto, libremente debéis dar y esta verdad del cielo, se multiplicará al ser dada y se mostrará en una luz creciente en la medida que la donéis a vuestros semejantes” Esto es real tanto para la entrega de bienes espirituales como materiales, porque mientras más amor damos, mas tenemos, porque ayudar a nuestros hermanos es ayudarnos a nosotros mismos y permanecer unidos a nuestra esencia divina, porque Jesús nos dijo que todo lo que hiciéramos por el más pequeño de nuestros hermanos, a Él se lo hacíamos.
Estamos pronto al cumpleaños de Jesús, época en que nos hemos acostumbrado a hacer regalos a los seres queridos. Cuando salgamos de compras no llevemos solamente el dinero o la tarjeta de crédito, antes de salir asegurémonos de llevar también nuestro corazón lleno de amor, salgamos de compras con Jesús y nos sorprenderá gratamente de lo fácil que nos resulta el comprar lo justo y preciso para cada uno de nuestros seres queridos.
Pero no nos quedemos ahí, seamos también generosos con el cuidador de autos, con el que empaca nuestros regalos, con nuestros empleados, con los que durante todo el año nos recogen nuestros desperdicios… con todos ellos tengamos un gesto de cariño, una pequeña atención que los haga sentirse tomados en cuenta como Personas.
Que no se nos olvide que mientras más silenciosa sea nuestra donación, tendrá más valor ante los ojos de Dios, porque “él mira dentro del corazón de los hombres y los juzga por sus deseos íntimos y sus intenciones sinceras”
Si en nuestro estado de ánimo predomina el amor, la ley de atracción responderá con toda su fuerza, porque nos encontraremos vibrando en la frecuencia más alta que es el Amor, porque “él es la motivación más alta que el hombre puede utilizar en su ascensión en el universo. Pero si al amor se le despoja de la verdad, de la belleza y la bondad, se transforma sólo en un sentimiento, una distorsión filosófica, una ilusión y muchas veces una decepción”
Dicen que no hay escapatoria a la ley del Amor porque no hay nada más fuerte y porque es contagioso, porque el sentimiento le da vitalidad al pensamiento y el pensamiento se traduce en acción haciendo así que el Amor sea imbatible, porque “la experiencia de amar es en buena parte, una respuesta directa a la experiencia de ser amado” y nosotros podemos tal vez sufrir el desamor de los hombres, pero tenemos la certeza que somos amados por Dios de una manera especial y personal y esta realidad debe ser nuestra principal motivación para amar sin distinción alguna a todos nuestros hermanos.
Comencemos este último mes del año llenos del amor de Dios, sintamos su amor por nosotros e irradiemos lo mismo a quien se cruce en nuestro camino, de esta forma nos estaremos preparando para el cumpleaños de Jesús y podremos decir con propiedad
¡¡¡Hosanna en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad!!!
Fuente: CIUDAD VIRTUAL DE LA GRAN HERMANDAD BLANCA.
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