Hace poco hablábamos sobre el fenómeno de sincronización mental entre una persona que habla, y aquel que lo escucha, como si la comunión comunicativa fuese un paso más allá y se replicara en un plano neuronal. También sabemos hoy que los latidos del corazón de un grupo de coristas se empalmanal mismo ritmo, el cual, por cierto, disminuye colectivamente, por lo que cantar podría ser una actividad benéfica para nuestra salud cardiaca.
Recientemente un estudio del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, concluyó que un fenómeno similar ocurre cuando un dueto de músicos interpreta una pieza.
El equipo de psicólogos que participaron en esta investigación, encabezado por Johanna Sänger, monitoreó las frecuencias cerebrales de 32 músicos, mientras estos interpretaban, en duetos, la Sonata en Do mayor, de Christian Gottlieb Scheidler.
Tras una larga ronda de pruebas, Sanger notó que las oscilaciones que ocurrían en el cerebro de ambos músicos establecían una correspondencia sincrónica, aún cuando tocaban distintas notas. Lo anterior sugiere que esta correspondencia facilita, o incluso permite, la coordinación entre comportamiento de distintas personas.
Cuando las personas coordinan sus propias acciones, se forman pequeñas redes entre regiones cerebrales. Pero también notamos propiedades similares entre los cerebros de cada intérprete, especialmente cuando la pieza exige una particular coordinación mutua.
Más allá de las implicaciones científicas que detone este descubrimiento, lo cierto es que este fenómeno, al igual que los otros dos expuestos al principio de esta nota, nos indican que durante diversos contextos de interacción entre personas, la comunión que se construye alcanza planos mucho más íntimos de lo que imaginábamos, incluso repercuten en el comportamiento físico de nuestros ritmos vitales, como los latidos del corazón, o de los procesos neuronales, con en el caso de las frecuencias cerebrales. Y, aventurándonos un poco en la interpretación, al menos a mi juicio, también nos acercan a la confirmación de que en algún punto, a fin de cuentas, absolutamente todo, y todos, estamos conectados.
Fuente: LA CIUDAD VIRTUAL DE LA GRAN HERMANDAD BLANCA.
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