La maternidad es un aprendizaje y de eso no hay dudas. Pero a veces como madre, y sobre todo con nuestro primer hijo, no sabemos cómo reaccionar ante ciertos acontecimientos. Cuando mi hijo mayor tenía dos años, él ya concurría a la guardería y de pronto empecé a notar que muchos de sus compañeritos incorporaban vocabulario pero él no. Eran muy pocas las palabras que pronunciaba y casi todo lo pedía señalándolo.
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Pasaron los meses y el tema nos empezaba a preocupar, pero lamentablemente me dejé llevar por los comentarios de la gente que me rodeaba, que me decía “quedate tranquila, ya va a hablar”. Yo sabía que algo no andaba bien, pero por dentro pensaba que por ahí solo era idea mía o de mi marido.
Cuando mi hijo tenía ya dos años y nueve meses, no podía pronunciar una palabra tan simple como “cama”. Decidimos primero consultar con nuestra pediatra, que nos derivó a una fonoaudióloga. Agradezco infinitamente haber recurrido a esta especialista que hizo un trabajo muy arduo y excelente durante tres años aproximadamente. Hoy la gente me dice “qué bien habla tu hijo, ¡impresionante!”. Resultó que luego de un examen que le realizó, él tenía un “retraso del lenguaje”.
Con ella aprendimos que cometíamos un error muy común, que es hacerles preguntas donde solo debía contestar “sí” o “no” (ejemplo: ¿querés una galletita?, ¿querés jugar con la pelota?). En su lugar, nos explicó que tratemos de armar una conversación donde él se vea obligado a utilizar otras palabras. Ella nos decía que “al ser la familia un referente fundamental en los primeros años, los niños aprenden de lo que sus padres y abuelos dicen y de cómo se comunican, desde los gestos y las miradas hasta las mímicas y las frases. Es importante la calidad del vínculo comunicativo”.
A medida que mi hijo iba a sus sesiones semanales, ella nos fue guiando para que podamos ayudarlo con algunos ejercicios que debíamos practicar en casa. En su generosidad infinita, Adriana me envió algunos de ellos para compartir con todas ustedes:
EJERCICIOS DE RESPIRACIÓN Y SOPLO
Jugar a reconocer la nariz propia (tocarla suavemente, vivenciar que tiene dos agujeritos, que si coloco las manos debajo de ellos sale “aire calentito”).
Con los dedos índices de las manos, tapar las narinas (agujeritos) alternativamente.
Jugar a soplar diferentes objetos, previa toma de aire por la nariz. Pueden utilizarse desde los más livianos como papeles de tamaño pequeño, pelotas de telgopor pequeñas e ir paulatinamente aumentando el peso del objeto elegido (juguetes de cotillón como silbatos, globos, molinetes de viento), para culminar con pelotas de plástico, madera o de telgopor de gran tamaño. Las mismas se colocan sobre una mesa y la idea es proponerle al niño competir para ver cuál es la pelota que llega más rápido del otro lado de la mesa.
Jugar a soplar velas de verdad, siempre bajo la vista o supervisión de un adulto.
DESARROLLO DE LA PERCEPCIÓN AUDITIVA
Jugar a adivinar ruidos y sonidos espontáneos y programados (sonidos de la casa como al agua de la canilla, de una silla que se corre, de la radio, de una ventana que se cierra, de los electrodomésticos; sonidos del medio ambiente como la lluvia, el viento, los truenos, las bocinas de autos y/o colectivos; sonidos producidos por nuestro cuerpo como llorar, reír, hablar, cantar, silbar, hacer palmas o ruido con los zapatos; sonidos de instrumentos musicales como maracas, silbatos, cascabeles, tambores, triángulos). Es mejor trabajarlos inicialmente con control visual (lo veo y lo escucho) y paulatinamente eliminar el control visual y al oírlo preguntar “qué sonido escuchaste”, dándole la posibilidad de que adivine e incluso imite el sonido.
Imitar sonidos onomatopéyicos de animales (“guau guau” para el perro, “miau” para el gato, “cuá cuá” para el pato, “cocorocó” para la gallina, “kikiriki” para el gallo, “grgrgrgr” para el león). Se puede trabajar con tarjetas de dibujos de los animales puestas boca abajo sobre la mesa y al levantarla hay que decir el nombre y el sonido correspondiente. Es necesario variar los roles. Es decir, no siempre es el niño el que elige e imita, es la realización de la misma tarea por parte del adulto la que facilitará el vínculo comunicativo y el placer por lo lúdico.
Jugar a escuchar e identificar sonidos producidos por diferentes instrumentos musicales colocados sobre la mesa. Luego el niño debe girar y sin ver el instrumento adivinar cuál hizo sonar el adulto, intercambiar los roles (el niño hace sonar y el adulto adivina), de esta manera se va complejizando la tarea al tener que adivinar primero uno, luego dos, tres, cuatro y hasta donde se logre acertar, siempre sin control visual.
DESARROLLO DE LOS ÓRGANOS ARTICULATORIOS
Practicar ejercicios labiales y linguales para mejorar la movilidad y el tono muscular, tales como:
Meter y sacar la lengua fuera de la boca.
Lateralizar la lengua hacia las comisuras labiales (costados).
Realizar chasquido con la lengua.
Empujar con la punta de la lengua sobre la cara interna de las mejillas, como si fuera un caramelo.
Hacer una trompa con los labios extendidos hacia adelante y luego una sonrisa. Combinarlos.
Hacer vibrar los labios como si se intentara hacer arrancar un auto.
Inflar las mejillas con aire y mantenerlas así unos segundos, luego aflojar y descansar para intentarlo una vez más.
JUEGOS DE EXPRESIÓN
Reconocer objetos cotidianos (pelota, auto, tren, moto, muñeca) mirándolos y nombrándolos. Luego se pueden guardar dentro de una bolsa donde no se vean y jugar a sacar uno y adivinar cuál es con los ojos cerrados. A medida que se incremente el vocabulario, ir incorporando palabras con características propias (color, forma, tamaño, longitudes), dando pistas verbales sin control visual para que sea como una adivinanza. También se pueden emplear tarjetas con dibujos y que no sea el objeto concreto.
Jugar a imitar oficios y profesiones y conversar sobre los mismos, dándoles características.
Fomentar juegos creativos, con o sin disfraces, haciendo posible la invención o narración de cuentos.
Pedirle que nos ayude a realizar alguna actividad cotidiana, como puede ser cocinar e ir describiendo paulatinamente cada una de las acciones consecutivas (por ejemplo, “buscamos las papas y el pelapapas, las lavamos, cerramos la canilla, comenzamos a pelarlas, las cortamos en cuadrados, las colocamos en el agua que ya está caliente…”).
Jugar a dramatizar y narrar procesos diarios vividos, como la historia de un día en su vida, donde se cuentan las acciones secuenciadas de todo lo que realiza el niño desde que se despierta hasta que se duerme por la noche.
DESARROLLO DE LA CAPACIDAD DE LENGUAJE COMPRENSIVO
Inicialmente, usar objetos familiares y jugar a ser capaces de seleccionar uno dentro de un conjunto. Se colocan tres o cuatro objetos sobre la mesa y se le pide que nos entregue uno. Ir variando las posiciones y los objetos. Se puede ir complejizando usando tarjetas con dibujos (una manzana, un pan, una silla, una mesa, una computadora), en donde se piden cada vez mayor cantidad de tarjetas para la entrega.
La misma actividad planteada anteriormente se puede hacer con tarjetas de personas que están realizando diferentes acciones (una mujer nadando, un niño durmiendo, un abuelo leyendo, una mamá mirando televisión, entre otras).
Jugar a identificar absurdos verbales (cosas absurdas), por ejemplo preguntarle al niño o niña: ¿las vacas vuelan?, ¿una hormiga puede volar?, ¿un bebé chiquito trabaja? Inventar situaciones que permitan que el niño tenga que pensar las respuestas y completarlas con la información correcta.
Proponer diferentes situaciones que se complejizan y que deba buscar una respuesta para solucionar el problema o conflicto planteado, como por ejemplo: “si querés ir al cine y está lloviendo, ¿qué tenés que hacer?” o “si tenés sed, ¿qué tenés que hacer?”. De esta manera vamos favoreciendo diferentes situaciones en donde se entremezclan lenguaje y pensamiento.
Y les comparto por último su consejo como profesional:
“Hay que tener en cuenta que los niños necesitan de nuestro contacto, de nuestra mirada, de nuestra escucha atenta hacia ellos, de nuestras respuestas, de poder jugar con ellos aunque sea quince minutos al día. Este vínculo que se va creando entre ambos es el facilitador para que el lenguaje aparezca y evolucione paulatinamente. Cuando se tiene la duda o incertidumbre de que pudiera existir alguna dificultad para la adquisición del mismo, es conveniente consultar cuanto antes con un fonoaudiólogo/a, que es la persona capacitada para identificar algún retraso o trastorno del lenguaje.”
Fuente: DISNEY BABBLE
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