Pocas fuentes de sufrimiento son tan desgastantes como amar desde la necesidad y la carencia, desde la obsesiva esperanza de recibir siempre algo a cambio, aunque sean las sobras… Aquellos que buscan ser amados por encima de todo, o dispuestos a sacrificar todo, son también los que siempre se conformarán con menos de lo que merecen, los que buscarán afecto en los lugares equivocados.
Puede que nosotros mismos la hayamos pasado, superado y dejado bien atrás, pero lo que queda claro es que pocas frases se escuchan tanto en nuestro día a día, ya sea en una cena con amigos, en la consulta de un psicólogo o en el vagón del metro a las 8 de la mañana como el clásico “….pero si yo solo quiero que me quieran!.
Cabe decir que de poco sirve que le contestemos a esa persona el ya más que recurrido “Siempre puedes tener a alguien que te quiera: ese alguien eres tú”, porque no sirve, porque hay quien no sabe muy bien cómo se hace eso de amarse a uno mismo cuando el vacío es tan grande y la necesidad apremia, ciega y desespera. Porque pesa más la carencia que la paciencia de sentarse con esa persona que se refleja en el espejo para hablar con ella y convencerla de que nada tiene sentido si no existe el amor propio.
Podríamos decir casi sin equivocarnos que esta es sin duda una de nuestras mayores cuentas pendientes en el aspecto psicológico y afectivo, el hacer ver a muchas personas, sobre todo a nuestros adolescentes, que el amor no puede existir desde la necesidad. “El te quiero porque te necesito” hunde sus raíces en el mismísimo miedo y eso no es lícito ni saludable. Porque el buen amor es la expresión misma de la libertad, de la realización personal y el bienestar.
Todos conocemos la teoría, pero en nuestro día a día nos despistamos. Todos sabemos que necesitar ser amados veta nuestro crecimiento personal, que nos hace cautivos de las personas equivocadas, de esas a quienes nos aferramos esperando que sean nuestra salvación, que den sentido a cada uno de los vacíos que orlan nuestro corazón y nuestros sentidos.
Sin embargo… ¿por qué llegan a cronificarse estas conductas? ¿Por qué aún teniéndolo claro hay quien sigue alimentando su necesidad de ser amado?
- Quienes necesitan de forma obsesiva ser amados no cuentan, por lo general, con un modelo de referencia en el que basarse. Es común que las dinámicas familiares en las que creciera la persona necesitada de afecto se basaran en un estilo de apego equivocado. Se le educó en un amor que, lejos de nutrir fortalezas y autoestimas, ocasionó serias carencias.
- Las personas que necesitan más amor se conforman con mucho menos. Esto hace que lleguen a aceptar cualquier cosa que les llegue, sin evaluarla, sin poner filtros. Se ajustarán a la fuerza a esa relación como la pieza cuadrada de un rompecabezas que busca encajar en un hueco triangular. Harán a su vez casi cualquier cosa para ser dignos, para recibir afecto, atención y consideración… Sin embargo, al no lograrlo, sus vacíos se harán más grandes y su necesidad de ser amados se intensificará.
- Viven en la contradicción continua. Este hecho es sin duda muy llamativo a la vez que destructivo para la persona que lo sufre. Tal y como hemos señalado, todos sabemos que la necesidad obsesiva y constante de ser queridos y reconocidos no es saludable. Sin embargo, hay quien no puede evitarlo, hay quien con el corazón roto y la dignidad por los suelos reincide en una nueva relación de la misma talla, forma y color porque es lo único que conoce, porque sigue primando en exceso la necesidad de recibir desde fuera lo que falta, en lugar de nutrirse desde dentro.
La importancia de “dejar de necesitar”
Todos nosotros tenemos “necesidades” o aspiraciones importantes: un buen trabajo, una casa más grande y hasta un poco más de suerte en esto de la vida… Sin embargo, son “necesidades” livianas, vacuas y anecdóticas que en raras ocasiones generan dependencia o adquieren profundidad. Somos conscientes de que nuestro día a día iría un poco mejor si lográramos esas aspiraciones, pero no nos obsesionan: las entendemos más como deseos que como necesidades.
Una buena idea en este sentido pasa por corregir términos y vivir de acuerdo a ellos con más integridad. En lugar de necesitar ser amados, deseemos ser amados. Conjuguemos otros verbos y otros enfoques. Asimismo, cambiemos la obsesión relacionada con “encontrar” un amor por “dejar” que sea el amor quien nos encuentre a nosotros.
Permitamos que sea el destino, la casualidad o la propia vida quienes nos acerquen hacia esa persona especial, mientras nosotros no dejamos de cuidar de nuestro jardín interior. Buscando o encontrando cierto placer en esa soledad, sin apegarnos a un ideal imposible, sin poner ante otros un cuenco vacío esperando ser nutridos con lo que quieran ofrecernos….
Cuidemos por tanto de nuestro amor propio alimentando nuestras propias cuotas de reconocimiento y cariño. Esas que cuando están cubiertas impiden que nos maltratemos o que nos maltraten, impidiendo que tengamos que entregar nuestra dignidad para conseguir sentirnos queridos.
Imágenes cortesía de Amanda Cass