Apagar el móvil, pasar tiempo a solas, estar un día sin salir a ninguna parte… En definitiva, cerrar las puertas a todo el mundo y abrazar el tiempo en soledad son comportamientos que no todos comprenden. A pesar de estar en la época de la conexión y la demanda continua de disponibilidad, necesito desconectar para cuidarme y respirar el olor a libertad.
Hay muchas personas que se enfadan cuando no estás disponible las veinticuatro horas del día. Consideran que desconectarte del mundo es una actitud egoísta. A mi me gusta llamarlo “amor propio”.
Más veces de las que me gustaría, la frustración aparece en mi vida junta a la irritabilidad y la impaciencia. Es como si permaneciera en una situación de tensión constante. No sé de dónde proviene y, por lo tanto, desconozco la manera en que puedo deshacerme de ella. Sin embargo, cuando me paro a analizar la situación descubro que son señales de alerta que me indican que debo frenar. Ya ni siquiera descanso bien, aún durmiendo 8 horas al día.
A veces son señales de frustración que me gritan que he dado demasiado, incluso tanto que he olvidado priorizarme. Otras son señales de irritabilidad que tienen el poder de hacerme saltar hasta por la más mínima tontería y que no son más que un indicio de mi saturación. O quizás, señales de apatía que me llevan a vivir en piloto automático y que reflejan lo hundida que estoy bajo todas las responsabilidades que me he echado encima.
La cuestión es que cuando todas estas señales se manifiestan y llego al límite, una fuerza despierta en mi interior y lucha por salir de esta situación. Quizás sería más fácil no llegar a esta situación, pero a veces me resisto a ver lo que está ocurriendo. Solo las señales anteriormente mencionadas son las únicas capaces de espabilarme y hacerme ver que hay muchos momentos en los que me necesito.
Muchas veces necesito estar conmigo misma, pero el miedo a estar sola y ser juzgada provocan que ignore las señales de alerta
Me necesito y sé que esto no me hace una persona egoísta, a pesar de que la sociedad y principalmente, mi entorno, en ocasiones me hagan dudar y finalmente, acabe dejándome en segundo plano. Pero cuando lo hago, sé que no estoy haciendo lo que quiero, sino lo que los demás esperan.
Priorizarse es algo que está muy mal visto y que cuando se hace, uno arriesga a que lo tachen de persona egocéntrica. Incluso, estar con uno mismo en soledad también provoca que los demás puedan creer que se rechaza el contacto con ellos. No comprenden que estamos siempre conectados, participando en eventos sociales, atendiendo pequeñas urgencias, escuchando, apoyando a los demás en sus problemas… No comprenden que olvidarse a sí mismo es un flaco favor a la autoestima y el bienestar y que a la larga repercute en las relaciones.
Todo esto, con el tiempo, me lleva al límite porque me roba energía. Una energía que tengo que recuperar pasando un tiempo a solas sin que nadie tenga que juzgarme por ello. Necesito cuidarme, quererme y atenderme. En definitiva, necesito practicar el amor propio para estar bien.
Además, cuando me necesito y me lo permito, me doy cuenta de que estar conmigo misma no solo me recarga las pilas, sino que me permite restablecer de nuevo mi autocontrol y mejorar mis relaciones. Aunque parezca un sinsentido, al regalarme tiempo, soy capaz de relativizar roces cotidianos y pequeñas riñas que en ocasiones etiqueto como muy graves, cuando en realidad son tonterías.
Sobre todo, mi cerebro puede desconectar y esto es algo que mis neuronas, sin duda, agradecen. Concederme tiempo a solas, me ayuda a aclarar mi mente y pensar con mayor claridad. Pero lo que más me gusta y disfruto es poder conectar conmigo misma. Establecer esa conexión con mi “yo” interior para conocerme mejor, saber qué deseo y cómo estoy.
“Me necesito” y hoy no tengo vergüenza en admitirlo. He decidido priorizarme.
De este modo, cuando me siento agotada o noto que no saboreo la vida, me alejo del ajetreo diario y me doy tiempo para estar conmigo. Y si me es muy difícil pruebo con algunos minutos o una hora al día.
No siempre tenemos que dedicar todo el tiempo que tenemos a los demás o a otras responsabilidades. Nosotros también somos importantes. Si no nos cuidamos, si no nos priorizamos, ¿quién lo hará?.
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