Felicidad es una de las palabras más difíciles de definir. La felicidad del místico no tiene nada que ver con la del hombre de poder, o con la de la persona común y corriente.
Así como en la vida cotidiana encontramos diferentes definiciones de este sentimiento, también en la filosofía hay diversos enfoques al respecto. Enseguida te mostramos algunos de ellos.
Para Aristóteles, el más destacado de los filósofos metafísicos, la felicidad es la aspiración máxima de todos los seres humanos. La forma de alcanzarla, desde su punto de vista, es la virtud. Es decir que si se cultivan las virtudes más elevadas, se conseguirá ser feliz.
Más que un estado concreto, Aristóteles indica que se trata de un estilo de vida. La característica de ese estilo de vida es ejercitar constantemente lo mejor que tiene cada ser humano. Se necesita también cultivar la prudencia del carácter y tener un buen “daimon” (buen destino o buena suerte).
Epicuro fue un filósofo griego que tuvo grandes contradicciones con los metafísicos. A diferencia de estos, no creía que la felicidad proviniera solamente del mundo espiritual, sino que también tenía que ver con dimensiones más terrenales. De hecho, fundó la “Escuela de la felicidad”. A partir de esta, llegó a conclusiones interesantes.
Postuló el principio de que el equilibrio y la templanza era lo que daba lugar a la felicidad. Ese enfoque quedó plasmado en una de sus grandes máximas:
Pensaba que el amor poco tenía que ver con la felicidad, en cambio la amistad sí. También insistió en la idea de que no se debe trabajar para obtener bienes, sino por amor a lo que se hace.
Nietzsche piensa que vivir plácidamente y sin ninguna preocupación es un deseo propio de las personas mediocres, que no le otorgan mayor valor a la vida. Nietzsche opone el concepto de “dicha” al de “felicidad”. La dicha significa “estar bien”, gracias a circunstancias favorables, o a la buena fortuna. Sin embargo, se trata de una condición efímera.
La dicha sería una especie de “estado ideal de la pereza”, o sea, no tener ninguna preocupación, ningún sobresalto. En cambio, la felicidad es fuerza vital, espíritu de lucha contra todos los obstáculos que limiten la libertad y la autoafirmación.
Ser feliz, entonces, es ser capaz de probar la fuerza vital, mediante la superación de adversidades y la creación de modos originales de vivir.
Para Ortega y Gasset la felicidad se configura cuando coinciden “la vida proyectada” y “la vida efectiva”. Es decir, cuando confluye lo que deseamos ser con lo que somos en realidad.
Así, todos los seres humanos tenemos la potencialidad y el deseo de ser felices. Esto quiere decir que cada quien define cuáles son las realidades que pueden hacerlo feliz. Si logra construir esas realidades verdaderamente, entonces será dichoso.
Este filósofo indica que ser feliz es un asunto de opinión y no un asunto de verdad. La considera un producto de los valores capitalistas, que implícitamente prometen la satisfacción eterna a través del consumo.
Sin embargo, en el ser humano reina la insatisfacción porque en realidad no sabe qué desea. Cada quien cree que si alcanzara algo (comprar una cosa, subir su estatus, etc.) podría ser feliz. Pero, en realidad, inconscientemente, lo que quiere alcanzar es otra cosa y por eso permanece insatisfecho.
Inscríbete GRATIS al video taller que te ayudará a lograr plenitud y sabiduría interior. Ingresa tus datos en el Formulario y recibe ACCESO INSTANTANEO.
Inscríbete GRATIS al video taller que te ayudará a lobrar plenitud y sabiduría interior