La contemplación de la Presencia Sanadora y la aceptación del Todo-Poder de esta Presencia deben anteceder Toda Aplicación.
¿Sabían que Yo a menudo me pasaba horas en adoración a ese poder sanador siempre-presente, antes de dejar la privacidad comparativa de mi habitación a fin de fortalecer Mi conciencia ante el mundo de las apariencias? De esa manera, para nada importaba lo que la vida pudiera traer a Mi atención.
Yo sabía con toda certeza que no tenía poder alguno ante la Llama Sanadora del Padre que estaba entonces (y sigue estando) viva dentro de Mí, a la espera del Llamado para auto-descargarse como el control maestro de las apariencias.
Si Yo no Me hubiera fortalecido de esa manera, Mi conciencia externa no hubiera sido diferente de la de ningún otro hombre, y algunas de las temibles apariencias que los hombres han tejido en la sustancia cerebral, en su carne o en la sustancia más efímera de sus cuerpos mental y emocional, hubieran causado una vibración temporal dentro de Mí, la cual, en cierta medida, hubiera neutralizado Mi poder para despedirla.
No es cuestión de un momento el convencer a la conciencia externa del Todo-Poder de Dios. No es cuestión de un momento sostener esa seguridad positiva de que absolutamente no hay ningún otro poder que pueda actuar.
A lo largo de la vida, cada hombre y mujer que camina en un cuerpo de carne debe sostener la Aplicación para saturar la conciencia externa con una realización de este Todo-Poder. No hay avatar, santo o mensajero que sea una excepción a esta regla.
Fuente: YO SOY ESPIRITUAL.
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