El control de la madre hacia el hijo
Cuando una madre adolece de cariño hacia el hijo que lleva en sus entrañas, se comporta de tal manera que todo lo que hace resulta perjudicial para él, desde lo que dice, lo que piensa o lo que siente, sin hablar de los efectos que ese comportamiento tiene también para ella misma.
La madre que no se hace responsable de su creación en lo que se refiere a lo que acaba de engendrar en su vientre, no puede pretender que algún día ese hijo se relacione con ella desde el amor del corazón por no haberlo recibido en el momento en que fue concebido.
En la mayoría de los casos, las relaciones sexuales destinadas a engendrar al nuevo Ser que desea venir a la Tierra son inconscientes y no se tiene en cuenta el deseo de los padres de que ese hijo venga al mundo en el momento en que ellos decidan, porque para eso está el control de la natalidad, para desechar esa posibilidad y no entrar en conflicto con el inconsciente.
La relación de pareja se convierte en un infierno cuando alguno de los dos no desea ser padre y acaba culpando al otro de lo ocurrido y se enfrentan entre sí para ver quién de ellos ha decidido traicionar al compañero entrando en conflicto de interés y de confianza mutua. La percepción del embarazo por la madre alimenta el problema de la separación del alma en dos mitades que no son capaces de ponerse de acuerdo en lo que es lo mejor para el hijo que viene en camino, sin percatarse de que son ellos mismos quienes han optado por crear esa situación de desamor que a ninguno beneficia.
Cuando un padre o una madre están en desacuerdo por el hecho de traer un hijo al mundo, no se relacionan desde el amor sino desde el dolor de la pérdida de control en el momento del intercambio sexual, perdiéndose la oportunidad de haber disfrutado del placer del encuentro en la llamada consciente del hijo. Cuando eso no se da, el hijo se siente abandonado desde el principio y se le fuerza a desear la muerte por no haber sido querido y eso puede llevarle a querer salir del útero de la madre que no le ha llamado a su debido tiempo.
El hijo que no ha sido deseado por los padres en el momento de la concepción, se obliga de igual manera a desear la muerte de ellos y a no querer estar en sus vidas más de lo debido, a no ser que se esté en disposición de reparar el error que se cometió en el momento de la llamada del hijo, a través de la toma de conciencia de lo que se hizo en aquel supuesto instante en el que decidió entrar en la madre.
Reparación del trauma de la concepción
En el caso en que no se recuerde cuando pudo ocurrir, se recomienda hacer un ejercicio de introspección y pedirle al inconsciente que nos traslade al momento exacto y dejar que él mismo se encargue de encontrarlo en el archivo de la mente para garantizar que el ejercicio se lleve a cabo con éxito. Y una vez allí, se solicitará la presencia del Ser Superior de la madre o el padre, según el caso y se le requerirá que se ponga en contacto con el alma del hijo y que la dirija hacia la entrada en el canal de luz de la madre para que se acomode en su vientre y sea bien recibido por ella.
Al igual que en el caso del hijo propio, este ejercicio se puede realizar para uno mismo y ponerse en el lugar de la madre como si fuera ella, pidiéndole al Ser Superior que nos haga entrar por el canal de luz de la madre hasta quedar instalados dentro de su útero, para que se dejen de sufrir los efectos de la mala relación entre los padres a consecuencia del desacuerdo que se creó a raíz de la decisión de entrar en sus vidas.
Después de haber realizado este ejercicio con la conciencia bien despierta, el inconsciente tomará nota del deseo de la madre de ser consciente en el momento de la concepción y se reparará el error cometido durante la relación sexual sin control. La consecuencia más directa de la falta de control en el encuentro sexual de la pareja, es el excesivo control de la madre hacia el hijo, que no se conforma con hacerle la vida imposible y le despoja de su libertad como ser humano, al que es necesario mantener encerrado entre cuatro paredes y dejar de alimentarle por el pecho para alimentarle desde el cordón umbilical a modo de vínculo indestructible que se convierte en una prisión de dolor y pesadumbre para los dos.
La única manera en que uno se puede desligar del lazo materno de dolor, tiene que ver con el resultado del ejercicio anterior que nos trae el momento presente con la conciencia plena de haber sido deseado por la madre en el momento de la concepción y no haber sido rechazado por ninguno de los dos.
El dolor de la separación del hijo no es real desde el punto de vista del alma, lo único que duele es el hecho de no poder seguir alimentándose de su energía a través del vínculo de desamor y dependencia que se crea entre los dos a causa de la pérdida de control en la manifestación del amor.
Fuente: CIUDAD VIRTUAL DE LA GRAN HERMANDAD BLANCA.
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