No podemos negarlo, a veces es más fácil callarse y volver el rostro. O sencillamente, intentar pasar página aferrándonos con fuerza a la cotidianidad para intentar olvidar. Para intentar no pensar. Pero las emociones no se disuelven sin más como el humo escapando por una ventana abierta, se acumulan y nos hieren en silencio.
Se convierten en espectros internos capaces de dañar nuestro cuerpo y nuestra mente, espectros sin forma definidos a través de nuestras experiencias, nuestros fracasos, desilusiones o pérdidas. Nadie queda libre de su influencia.
Reconocerlos y hacerles frente, es un modo de adecuado de asumir nuestra propia realidad interiorpara cuidar de nuestra salud emocional, imprescindible sin duda para nuestro equilibrio e integridad personal. Te explicamos cómo.
1. SER CONSCIENTE DE TUS EMOCIONES
No es fácil. En ocasiones la tristeza se camufla con la rabia o la ira. Podemos tener ante nosotros personas que muestran un marcado desprecio, o comportamientos desafiantes.
Es posible que bajo esta coraza ligeramente agresiva no esté otra cosa más que la tristeza, el pesar por haber perdido algo o alguien, la frustración por el fracaso o la soledad. Deberemos ir capa a capa, ahondando en nosotros mismos para llegar al centro de nuestras propias emociones. ¿Cómo me siento? ¿Es odio, es amargura? ¿Qué hay tras estos sentimientos?
2. VACIADO DE MENTE
El vaciado de mente no es más que ir descendiendo en la escalera de nuestro mundo interior, de nuestras emociones, para ello podemos seguir los siguientes pasos:
-¿Qué me da rabia? ¿Qué es lo que me enfurece? ¿Qué es lo que me entristece? ¿Qué es lo que me impide encontrarme bien en estos momentos?
–Intenta razonar en primera persona: Me siento, a mi me duele que, yo no quiero que…
-Seguidamente, piensa en cómo desearías estar el día de mañana. Haz un esfuerzo pensando en tu futuro. ¿Qué podrías hacer hoy para alcanzar esa tranquilidad que ansías? ¿Cómo podrías conseguirlo? ¿Qué puedes hacer en mismo este mismo instante para conseguirlo?
3. EXPRESA TUS EMOCIONES
Las emociones pueden canalizarse de muchos modos. Llorar siempre es adecuado. También buscar un instante de necesitada soledad donde estar con uno mismo y reorganizar nuestros pensamientos, pensar en nuestras necesidades.
No evites tampoco buscar apoyo personal en un familiar o un amigo. Busca siempre personas que sepas que te van a escuchar y a comprender; poner tus palabras en voz alta siempre es terapéutico y puedes encontrar opciones que no pensabas o que no te planteabas.
4. VALOR PERSONAL
Para enfrentarse a los propios miedos se necesita coraje. No todo el mundo puede –o sabe- asumir sus obligaciones emocionales y personales para avanzar, para llegar alcanzar su propia felicidad y también la de las personas que lo rodean. A veces es más fácil acogerse a la salida de emergencia, esa donde uno sale corriendo sin mirar atrás para huir de aquello que lo inmoviliza. Prefieren no admitir, no pensar, no hablar de aquello que les duele, les molesta o que les impide ser feliz y vivir en armonía.
El valor personal implica una necesidad por enfrentarse a uno mismo con el fin de alcanzar las metas propias, que no son otras más que las de encontrar el equilibrio. La integridad emocional requiere que vayamos liberándonos de todos esos pesos que enferman nuestro carácter y nuestro cuerpo.
Basta con buscar un instante para nosotros mismos y ahondar en el mapa interior que todos tenemos, buscar recovecos, baúles donde se esconde la rabia, la frustración… enfrentarse a ellos y alcanzar la orilla de la tranquilidad, y el desahogo personal.
Fuente: RINCON DEL TIBET.
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