En ti sigue habiendo un niño que es necesario cuidar, todavía sientes su sensibilidad, su vivacidad, su espontaneidad y también su pureza, su inocencia y su ingenuidad. Tu niño interior además, guarda todas las impresiones fuertes que te afectaron, las frases que se te grabaron, la exigencia que te agobió, las necesidades que no fueron satisfechas y también el amor que recibiste, los juegos y los recuerdos entrañables. Todo esto, que está almacenado dentro de ti, se reproduce hoy. El escenario y los personajes ya no son los mismos, pero las emociones siguen ahí, intactas, repitiéndose una y otra vez. Un tono de voz, una orden brusca, una palabra concreta, hace brotar los viejos sentimientos de antaño. La imagen del Niño Interior es un símbolo mental, que conecta directamente con todos estos recuerdos infantiles.
Carta a mi Niño Interior
Hola mi amor, son muchos los años que llevamos conviviendo, y son excesivos, quizás, los que te he ignorado. Te he estado buscando y, finalmente, te he encontrado, agazapada en un rincón; estabas asustada y triste, me has dicho que tenías miedo a la oscuridad, que estabas perdida y que te sentías abandonada.
Llevabas unos harapos rotos y sangrabas por la nariz. Me acerqué, aún más, y te vi llena de cicatrices y heridas. Me senté a tu lado y te hiciste una bola. No entendía, con esa vida tan plácida que habíamos tenido que estuvieras en ese estado y, por primera vez, supe cuan olvidada te había tenido.
Me contaste que llevabas años sintiéndote en la más absoluta soledad, que habías luchado sin cuartel por olvidar los desprecios, las burlas y la falta de respeto obrante en el mundo que te rodeaba. Que habías intentado en numerosas ocasiones complacer a todas las personas, dando lo mejor que podías ofrecer y que te habían enseñado, y que no entendías que clase de enfermedad tenían los humanos porque no sentían y veían lo mismo que tú. Que estabas vacía.
Por eso, hoy he decidido curarte, cuidarte y amarte. Te he desvestido con mucho cuidado, con todo mi amor, te he quitado muy despacito cada capa, curando tus llagas. Has gritado, me has empujado porque no soportabas el dolor, no querías que siguiera aniquilando tu pus. Me decías “vete”.
Finalmente te has rendido, y nos hemos abrazado, nos hemos sentido, nos hemos mirado a la cara. Te he acostado, te he dado un beso, agotada como estabas, pero tu mirada era otra, era de esperanza, de ilusión, de amor. Mientras, yo te cantaba: Duerme, duerme, mi niña hermosa, porque siempre estaré para ti.
P.D. Desde este día, siempre que te busco, te encuentro con una sonrisa, me abrazas, me coges de la mano y me dices: “llévame a tu jardín”, ahí somos felices y lo seremos en todos los lugares, porque sabes que juntas, conquistaremos el Universo.
Fuente: CONSEJOS DEL CONEJO
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