Es que, Gaby, cuando me acerco una hoja de lechuga a la boca, nada más de olerla siento cómo los muslos me empiezan a engordar y cómo me crece la cintura. Ayer corrí diez kilómetros, pero el problema es que me canso muy fácil. Necesito correr más, y sé que para eso me tengo que comer la lechuga, pero no quiero…”
Romina (por supuesto, este no es su nombre) era una jovencita de 16 años, que hacía todo para evitar verse gorda o fea. La verdad, para mí era impactante ver ante mí a una modelo perfecta: fácilmente podría estar en la portada de una revista de moda o en un espectacular con un perfume en la mano. Y eso que no estaba arreglada, se puso cualquier cosa porque venía a su segunda consulta conmigo.
Sí estaba demasiado delgada. El color pálido de su piel, bajo el maquillaje, no era nada saludable. Pero lo que me preocupaba más no eran los síntomas, sino el infierno en el que estaba viviendo, sin querer darse cuenta, y la negación tan fuerte en la que ella y sus padres se encontraban.
Su madre constantemente criticaba su físico. Se la pasaba de dieta en dieta, y por supuesto le transmitía el mismo mensaje a su hija. “Deberías comer como yo…”
Su padre criticaba el cuerpo de las mujeres “gordas” frente su hija. Tenía una manera muy despectiva de juzgarlas. Su hermano menor imitaba a su papá y le seguía la corriente. Todo el tiempo criticaba la cintura de Romina, y de cualquier otra niña o mujer. Por supuesto, nadie lo reprendía por hacerlo.
Con razón Romina sentía que una mujer con un gramo de sobre peso no tenía valor alguno. Su propio sentido de valor personal dependía de cuán delgada pudiera mantenerse. Y al parecer, nunca era suficiente.
Ambos padres la llevaban a tomar tratamientos, masajes y gimnasios para que se mantuviera delgada y que fuera la “hija modelo”, literalmente.
Ambos negaban el hecho de que su hija estuviera atravesando por un problema serio.
Desafortunadamente cada vez es más frecuente recibir en el consultorio a niñas y adolescentes con un problema similar: niñas que no se aman; rechazan sus cuerpos y se lastiman para ser alguien diferente.
Así como Romina, muchas niñas y adolescentes luchan día a día por ser aceptadas y valoradas en un mundo cuyos cánones de belleza son absurdos e irreales. Se matan de hambre pensando que el sólo hecho de oler la comida las va a engordar. Investigan técnicas – incluso entran a foros en línea – para saber cómo perder peso y ocultárselo a su familia.
No sólo están perdiendo su salud física a pasos acelerados. Están en una trampa psicológica de la cual sólo pueden salir con apoyo profesional especializado y un cambio radical en la familia.
El autoestima es el arma más importante con la que tus hijos enfrentarán muchos de los retos que la vida moderna les tiene preparados. Como el hecho de que desde pequeños (sí, los niños también) se les esté bombardeando con estereotipos de belleza ridículos que envían mensajes tan desvalorizantes:
Concursos de belleza para niñas pequeñas en la TV.
Programas de YouTube súper atractivos que les enseñan a maquillarse a los 6-7 años (¡o antes!).
Muñecas con cuerpos que son totalmente falsos: princesas con ojos gigantes, cinturas inexistentes y unas piernas que no hay manera de igualar, ¡diseñados para que aspiren a ser como ellas!
Actrices, anuncios, revistas, programas, amigas, con mensajes importantes sobre la apariencia física.
Y sobretodo madres (y padres) inseguras de sus cuerpos, que constantemente se critican a sí mismas frente a sus hijas o se ponen a dieta diciendo lo gordas y flácidas que se ven.
“Qué difícil – y qué importante – es ayudar a los niños y, sobre todo a las niñas, a desarrollar una autoimagen corporal saludable en un mundo que pendula entre el bombardeo de publicidad de comida chatarra y hábitos poco saludables, y el bombardeo de publicidad que impone estándares de belleza poco realistas y en la mayoría de los casos también poco saludables. Parece que el camino entonces pasa por inculcar hábitos saludables, por enseñarles a escuchar y respetar su cuerpo, por enseñarles que la diversidad es parte de la vida, y por tener cuidado con cómo nos expresamos acerca de los cuerpos y la imagen de los niños y niñas, así como de nuestros propios cuerpos, nuestra propia imagen, y cómo cuidamos de nosotros mismos, porque esas serán las huellas que esos niños y niñas seguirán.”
Mariana Gomes
Quiero compartirte algunos puntos clave para ayudarte a transmitir y cultivar una base sólida en tu hija:
1) AMATE A TI MISMA
Si te escucha decir todo el tiempo que estás gorda y que vas a comer sólo lechuga porque no cabes en tu vestido, aprenderá a hacer lo mismo. Eres su primer modelo a seguir. Recuerda que el mundo ya esta bombardeando con todo tipo de estereotipos inalcanzables e irreales. Sé un ejemplo que pueda seguir de manera segura, sana y saludable. Procura manejar prácticas adecuadas para su edad. Aunque probablemente sea divertido, una niña de 6 años que se depila las cejas o se pone zapatillas con tacón para ir a la escuela, no tiene una perspectiva real sobre su belleza. Jugar está bien, pero necesita entender que es juego, y que no le toca vestirse ni arreglarse así a su edad. (Lee más sobre la hipersexualización en las niñas.)
2) COMAN EN FAMILIA
Es importante tener vigilados los hábitos alimenticios de los niños y adolescentes. Cocinar con ella e incluso si es posible tener un pequeño huerto en el que pueda ver crecer los ingredientes es otra forma de crear una relación positiva con los alimentos. La comida es tu amiga, ese es el mensaje. ¿Quieres encarnar ese mensaje? Adopta un estilo de vida saludable. En un régimen alimenticio adecuado, rico en frutas y verduras, no es necesario dejar de comer. Lo que comunicas positivamente cada vez que se sientan a comer juntos es la mejor vacuna contra los desórdenes alimenticios. Ayuda a detener la oleada de jóvenes con trastornos de conducta alimentaria.
3) TRANSFORMA TUS IDEAS ERRÓNEAS
Revisa cómo puedes estar siendo parte del problema. Créeme, vivo en esta sociedad igual que tú, y los mensajes con los que crecí me afectan. Tomar consciencia de cómo participamos sin darnos cuenta es indispensable; de otra forma, ¿cómo sabes qué estás transmitiendo a tus hijos? Procura evitar comentarios sobre dietas, miedo a engordar y a la comida.
4) SÉ ABIERTA
Platícale de cuando eras más pequeña y te sentías insegura sobre tu altura o tu pelo ondulado. Abre puentes de comunicación, y procura vivir aceptando y amando tu cuerpo tal como es. Ella percibirá qué tan a gusto te sientes viviendo en tu propia piel.
5) REFUERZA LO HERMOSA QUE ES
Repítele constantemente lo mucho que te gusta su cabello, o lo bonitos que son sus ojos. No la convenzas de que es la niña más hermosa del universo porque no lo es, aunque para ti lo sea. No quieres que viva todos los días en una competencia de belleza, comparándose constantemente con otras. Bríndale una imagen positiva pero también realista. Además, ayúdale a reconocer esos talentos especiales que tiene y a cultivarlos. Se trata de que sepa que es mucho más valiosa que lo que los estereotipos pretenden vender. (5 Prácticas para que tu hijo(a) se ame a sí mismo.)
6) AMA SIN JUZGAR
Los pequeños saben hacer esto muy bien. No tienen prejuicios sobre lo bonito o lo feo. Aman por igual a una hormiga que a una mariposa o a un gusano. Con nuestras acciones y juicios aprenden a tenerle repudio a las lombrices y amor a las catarinas. Recuerdo una vez que vi una lagartija en mi jardín y dije en voz alta: “¡Aghhh qué horrible! ¡Esta asquerosa!” Mi hijo me respondió: “Mamá, ¿qué tiene de asquerosa? Es perfecta como es. ¿Cómo quieres que sea si no es como es?” Qué gran lección me dio. Desde entonces procuro no emitir mis propios juicios sobre lo que yo considero que es bueno o bello. Todo es perfecto tal como es.
¿Qué más puedes hacer para evitar que estos estereotipos influyan en tu hija?
Cuida la inocencia y la etapa en la que tu hija se encuentra. Está atento(a) a los programas que ve y sé firme en los límites. Si no es apropiado, no puede verlo.
Cuida su vestimenta. Recuerda que es una niña, no una versión pequeñita de mujer.
Permite el juego de identificación de género, pero no lo impongas o lo permitas como una forma de vida de la pequeña. Ejemplo: Jugamos a vestirnos y pintarnos como mamá. Es sólo un juego, no es para que se vista así o que lo haga todos los días. “Cuando crezcas podrás maquillar tu cara.”
Fuente: NIÑOS DE AHORA
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