Buena parte de tus relaciones personales las eliges tú. Escoges a personas con quienes te interesa compartir determinadas cosas y otras, con quienes no conectas tan bien, se van quedando fuera de tu vida.Así, si una relación te estresa demasiado, lo solucionas dejando de invertir en esa relación y haciéndolo en relaciones más edificantes.
Eso, que a veces es difícil, se complica más con gente que forma parte de tu vida desde que echaste los primeros dientes.
Hay miembros de tu familia, compañeros, amigos añejos… Un grupo de personas a las quieres (quizás, con alguna excepción). Y lo último que deseas es que desaparezcan de tu vida.
Sin embargo, esas personas (y aquí hablo más como parte integrante del grupo de íntimos) en algún momento pueden convertirse en una fuente de estrés:
Hacen comentarios totalmente desafortunados.
Te piden favores, uno tras otro.
Te aburren hablando siempre de los mismos temas.
Demandan tu atención, cuando tú estás hasta la bola de trabajo.
Etc.
Sí, yo he hecho todo eso… y más. En ocasiones, he sido una fuente de estrés para quienes me quieren, aunque no tuviera la intención de serlo. Seguramente, todos lo somos alguna vez.
Una forma de cuidar las relaciones es prestar atención al propio comportamiento y tratar de no añadir estrés innecesario a la vida de esas personas que nos importan. Ya hay bastante con los problemas gordos que surgen.
¿Y al revés? ¿Qué pasa cuando eres tú quien está abrumado con las peticiones, exigencias o comentarios que hacen las personas de tu entorno cercano?
Tiene gracia. La respuesta es la misma. No puedes evitar los comentarios deprimentes de ese miembro de tu familia que le pone pegas a todo cuanto haces. Tampoco, que te llame tu mejor amiga para contarte con pelos y señales los detalles de su enésima conquista amorosa. Ni centenares de cosas más.
No puedes controlar lo que ellos dicen o hacen. Lo único que puedes controlar es tu propio comportamiento.
Los límites en las relaciones son sanos
Los límites no los ponen los demás. Ponerlos es tarea tuya.
Tú puedes limitar el tiempo que hoy compartes con esa persona que, cada vez que abre la boca, es para decirte lo que haces mal.
Puedes poner un alto a ese tipo de cosas que te has sentido comprometido a hacer y que ya no quieres seguir haciendo.
Puedes decir que no a una invitación.
Puedes negarte a hacer un favor con el que no te sientes cómodo.
Etc.
Los demás no tienen la culpa de que tú te agobies. Eres tú el responsable de lo que haces o dejas de hacer.
Las personas que dicen “Sí” a todo y a todos están haciéndose un flaco favor a sí mismos y a sus relaciones. Al no poner límites e ir más allá de lo que pueden o quieren hacer, van acumulando resentimiento y estrés. Ingredientes que no contribuyen a mejorar las relaciones.
La sugerencia, por tanto, es que cuides de ti. Si te sientes presionado o estresado en estos momentos, toma el control.
Comparte tiempo, energía, dinero, información personal… hasta donde esté tu límite, no más allá. Y, si tienes necesidad de espacio, tiempo, tranquilidad, etc., dátelo tú.
De esa manera, tomando el control de tus decisiones y de tus actos, y cuidando de ti, también estás cuidando de tus relaciones.
Tendrás más paciencia y energía (incluso para lidiar con los miembros más negativos de la familia). Estarás de mejor humor para compartir el día a día. Harás las cosas con gusto, no porque te sientas obligado, etc.
Quizás esta propuesta te suene un poco egoísta. Depende de cómo se mire. En mi opinión, cuando tú estás bien es cuando mejores cosas puedes ofrecer a esas personas que quieres.
Fuente: RINCON DEL TIBET.
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