El estado ideal para educar un hijo, es estar feliz…

Seguramente sabrás de alguna historia, en la cual los padres se mantienen unidos por los hijos, sobrellevando la relación, se adaptan, viven de la costumbre y esto no significa que esté mal, los padres solemos tomar decisiones por el bienestar de nuestros hijos, sin embargo, vale reflexionar si el sacrificio propio realmente les dará felicidad a ellos.

Ocurre que las parejas atraviesan muchas circunstancias, más la llegada de los hijos pone a prueba la relación en todos los sentidos, de allí que los hijos impongan el sacrificio, la pareja se ve obligada a trabajar en equipo, a complementarse, a unirse y resulta que en muchos casos esto no funciona, por el contrario, comienzan a surgir las tensiones y todo lo que se contuvo antes, surge de manera fugaz, así que como para muchas parejas el tener hijos los fusiona, a otras los separa.

El caso es, que todas las parejas en algún momento pasan por tormentas, sin embargo, muchas se mantienen a pesar de darse cuenta de que el amor ya no está, de que la costumbre prevalece, y en el peor de los casos hasta el respeto se ha mostrado, pero los hijos son suficiente justificación para atarse uno al otro, y no se dan cuenta que ya no es unión, sino ataduras y esto no genera felicidad, ni a la pareja y mucho menos a los hijos.

Los hijos todo lo observan, lo sienten y perciben, incluyendo la infelicidad de sus padres, muchos niños preferirían que sus padres no estuvieran juntos con tal de no presenciar sus constantes peleas, discusiones, malos tratos e infelicidad, y los padres en el fondo, saben que están haciendo un daño a sus hijos, pero es bastante complejo aceptar que alguien tiene que dar el primer paso.

Es menester reflexionar sobre el daño que somos capaces de causar a nuestros hijos por el temor de no herirlos, esto puede resultar muy incoherente, nos mantenemos atados a la pareja por evitarle un malestar al niño, alguna situación traumática, o serios daños emocionales y resulta que es peor el remedio que la enfermedad.

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Siempre es sensato sincerar la relación, empezando con nosotros mismos, es normal sentir temor cuando se trata de criar hijos, siempre optamos por la pareja, porque el niño pueda tenerlos a ambos, pero si la relación no se puede rescatar, si el amor se extinguió, si otras situaciones se han hecho costumbre, es mejor tener la certeza de que cada vez será más difícil sostener la falsa felicidad, por el contrario, la infelicidad nos arropa y nuestros días se van tornando grises.

Si no eres un hombre o una mujer feliz, difícilmente podrás ser un padre o una madre que de felicidad, de allí tanta injusticia y tristeza en muchos niños, producto de relaciones que se mantuvieron aún y cuando a la felicidad se había ido.

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