Meir significa dando la luz, un nombre fantástico para quién ha nacido ciego.
Y premonitorio…
Nací con cataratas congénitas, glaucoma y estrabismo. Después de cinco operaciones antes de los cinco años, ambos cristalinos quedaron destruidos casi por completo.
¿Sin remedio?
El doctor Stein, oftalmólogo de fama internacional, el último en operarme, firmó que mi condición era irreversible. Sólo veía sombras. Fui declarado oficialmente ciego, aprendí braille y fui a una escuela especial en Israel.
Es obvio que no se rindió.
Nunca abandoné el sueño de ver. A los 17 años tuve la suerte de conocer a Isaac, más joven que yo, que había superado una grave miopía con ejercicios oculares a través del método del oftalmólogo William Bates y que con paciencia me enseñó.
¿En qué consiste ese método?
Según Bates, la tensión física y mental es la causa principal de los problemas oculares. Cuando el ojo se relaja, se utilizan las células oculares correctas y la visión no se debilita.
Pero de ahí a recuperar la vista…
Se trata de reeducar el ojo, usarlo tal como funciona cuando está relajado. Bates diseñó una serie de ejercicios que yo practiqué de manera tan obsesiva que desencadené nistagmus (movimientos oculares rápidos e involuntarios).
Siguió sin rendirse.
En un año podía reconocer caras y ver letras de tamaño normal acercándomelas a la nariz. Con el tiempo pude sacarme el carnet de conducir. Hoy he recuperado el 70% de la visión.
Explíqueme alguno de esos ejercicios.
Se basan en nueve principios. El fundamental es que el estrés es la principal causa de la mala visión. La fatiga mental incide directamente en la fatiga ocular y ambas impiden la nitidez.
Hay que relajar la vista.
Sí, es esencial encontrar momentos para mirar a lo lejos. Si miramos de cerca, los músculos se tensan, el cristalino se vuelve rígido y empieza a degenerarse. Demasiadas horas de ordenador, móviles y televisión.