En esta ocasión se me ha hecho urgente e inminente compartirles esta valiosa información, tanto científica como espiritual, esperando la leas, la comprendas, pero principalmente la distribuyas y la compartas como una valiosa herramienta para apoyar a quien justo lo requiera.
Atendí grupos de pre-primaria, primaria baja, alta y secundaria. Mi mayor conexión fue siempre con los pequeños, que fue en su mayoría los grupos en los que ejercí.
Para ir al grano, les comparto que tuve alumnos diagnosticados con los males “modernos” Síndrome de Déficit de atención e hiperactividad.
Siempre he sido un ser humano curioso y observador, y aproveché mi tiempo en la docencia para observar, situaciones y comportamientos en mis alumnos más especiales.
Hay pequeños que a veces huelen mal… y no por falta de higiene. Este pequeño vivía experiencias de rechazo desde kinder 2, los compañeros lo rechazaban… Por ser rubio e inquieto, el problema es que su anterior maestra incitaba a ese rechazo y permitía que los alumnos le llamaran, “Apestosín”.
Al recibirlo como alumno al siguiente año, comencé a observar que este pequeño, cierto, era inquieto, (pero yo también lo fui! así es que eso no era un problema), el problema venía de casa, Padre machista y controlador, de esos que quieren que sus hijos sean perfectos y madre sumisa y temerosa. Qué podía yo esperar si el padre llegó hasta mi salón a gritarme y reclamar cosas sin sentido…
Toda vez, comencé a tratar a este pequeño con paciencia y ternura, a que sintiera un poco más de contacto físico y a integrarlo con los demás compañeros, hablando individualmente con cualquier niño que se atreviera a volver a ofenderle o etiquetarlo.
Pasaba por su pupitre y le tocaba la cabecita en forma afectuosa, o cuando tenía dudas me acercaba a él poniendo mi mano en su hombro en símbolo de atención y respeto, lo recibía con abrazos cada mañana y hacía notar en alto todos sus logros. El resultado final, un pequeño de que sacar cincos, logró dieces, que dejó de oler mal y que comenzó por fin a hacer amigos. Su madre al final del ciclo escolar me agradeció con lágrimas en los ojos lo que habíamos logrado con el pequeño. Al final supe que Juan Carlos había sido diagnosticado con hiperactividad, pero no fue medicado.
Quise narrarles esta historia (aunque tengo decenas más) porque primeramente la raíz de las situaciones con los niños se generan en casa, posteriormente en el colegio, si un profesor o maestra no tienen la paciencia y la vocación para apoyar individualmente a un pequeño, el problema se agrava.
Tuve un alumno con “TDAH” (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), me di cuenta que el niño comprendía todo lo que yo enseñaba, era sumamente inteligente, su situación era, que sólo trabajaba lento en el cuaderno o al tener que concentrarse, pero sus resultados en los exámenes daban mínimo nueves de calificación. Así es que no volví a forzarlo con lo que realmente no era importante, si entendió la clase, si hacía sus tareas, si respondía bien, no pasaba nada si no hacía en tiempo el trabajo escrito. El niño venía de un hogar terriblemente disfuncional, en donde su padre le había enseñado a mentir y su madre era maltratada.
El niño estaba medicado, más nunca vi que el medicamento hiciera algo positivo en su vida ni en su desarrollo.
Leon Eisenberg, investigador y aportados de la Teoría del Déficit de atención, reconoció antes de fallecer que toda su teoría, fue la creación de una enfermedad fictícea, para que la industria farmaceútica creara una serie de nuevos medicamentos, justo para un público que no consumía demasiado… el infantil.
Los tiempos agitados, generan padres estresados que a su vez generan niños estresados, los padres en lugar de hacerse responsables como adultos de su propio estrés e impaciencia con sus hijos, corren al psiquiatra para que medique a sus hijos y ellos puedan estar en “paz”.