Las madres primerizas se convierten rápidamente en foco de atención para otras mamás, algunas por curiosidad, otras ansiosas por compartir su experiencia y otras sencillamente por solidaridad.
Una vez superada la etapa posnatal y período de adaptación madre-hijo, muchas veces, surge la pregunta de madre a madre: ¿y vas a tener otro hijo?, y curiosamente escuchamos de muchas madres primerizas, la respuesta: ¡Nooooo!; esta respuesta generalmente a corto o mediano plazo se convierte en: ¡claro que voy a tener otro hijo! cómo voy a dejar solit@ a Juan, María o Pedro, entiéndase su primer hijo o hija.
Generalmente predefinimos los roles de nuestros hijos, todo el amor maternal y algunas veces obsesivo que experimentamos con el primer hijo, el amor de nuestra vida, lidiar con nuestras angustias, temores, deseos y hasta caprichos; para luego concebir nuestro segundo hijo, en principio, por beneficio del primero e inconscientemente sentimos la necesidad de justificar ante nosotros mismas y ante los demás, el deseo de tener otro hijo y terminamos por dar al segundo hijo un rol de acompañante del primero.
¿Por qué ocurre esto?, ¿por qué simplemente no asumimos nuestro deseo?, sin necesidad de darle a ese segundo hijo, desde antes de ser concebido un rol lo suficientemente importante para justificar su existencia, cuando en sí misma su existencia ya está más que justificada.
La vida se manifiesta constantemente, en todo lo que vemos, respiramos y palpamos y esos seres que hemos elegido y nos han elegido mutuamente, llenan un espacio en nuestros pensamientos y deseos desde antes de ser concebidos.
Esto debería bastar para dejar a un lado la preocupación que genera la sociedad ante el deseo de muchas mujeres de consumar su maternidad.
Actualmente más allá de lo convulsionado del mundo, es raro conseguir madres primerizas que respondan con una sonrisa de ternura y anhelo cuando se les pregunta cuándo tendrán otro retoño, al contrario, esos rostros iluminados han sido sustituidos por miradas de horror y caras de suspenso.
Lo curioso de la ardua tarea de ejercer la maternidad es que el momento de la concepción, el embarazo y el alumbramiento, incluso los tortuosos primeros meses de adaptación, están diseñados para ser olvidados de manera rápida.
¿Sabia la naturaleza?, ¿amorosa la creación?, ¿insensatez humana?, o sencillamente la simple resignación ante la magnificencia de la vida misma. La realidad es que la maternidad es una experiencia común de millones de mujeres con vivencias individuales y cada uno de los seres provenientes de ese milagro tiene un papel protagónico.
Fuente: RINCON DEL TIBET
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