Dos extraños en un tren. Se cruzan las miradas y el flechazo es instantáneo. Una serie de infortunios les separa constantemente. Las familias se oponen. Les destinan en sus trabajos a ciudades lejanas. Pero, al final, uno de los dos lleva a cabo un acto heroico con el que consigue juntarse con esa persona de nuevo. Contra viento y marea. Y fueron felices y comieron perdices. Para siempre.
¿Te suena? Podría ser el argumento de una de las tantas películas románticas que ven la luz todos los años en el mundo entero. Ahora bien, ¿se ajustan estas historias a una idea realista de lo que es el amor? ¿Fomentan relaciones de pareja equilibradas y sanas o dan pie a que surjan vínculos tóxicos y de dependencia?.
¿Cómo influye la sociedad en que se den relaciones equilibradas y sanas?
En primer lugar, es importante que tomemos conciencia sobre los ideales del amor romántico con los que hemos convivido desde pequeños. Aunque parezca una nimiedad, la realidad es que desde las canciones, los cuentos, las películas y/o series se nos han transmitido historias poco realistas que reflejan cómo se supone que debe ser una relación de pareja. Unas historias de las que al mismo tiempo la propia sociedad, como transmisora, es cómplice.
A medida que vamos creciendo, vamos intuyendo qué es eso de enamorarse y qué debemos esperar cuando eso pasa. Además, podemos hacernos una idea de cómo debemos comportarnos y quién debe atraernos. Por ejemplo, ¿quién ha dicho que las personas más delgadas tienen que resultarnos más atractivas? De hecho, esto no era así en siglos pasados.
Lo cierto es que la cultura y la educación tienen una influencia innegable en el tipo de relaciones que tenemos. Por ello es importante que se cambien los cánones actuales. Esos en los que se promueve la idea de que el amor, por sí solo, todo lo vale. Pero no solo se nos dice eso. Generalmente se nos transmite que, si nos enamoramos, será para siempre y que hay que hacer todo lo posible porque sino será de alguna manera un punto más a anotar en nuestra lista de fracasos.
Esa persona que se supone que es “nuestra media naranja”, nos complementa y nadie más lo hará nunca de esa forma si el vínculo se rompe. Lo que se consigue así es que las personas hagan todo lo posible porque el otro permanezca a su lado. En lugar de relaciones de pareja equilibradas y sanas, se dan otras tóxicas donde la dependencia emocional llega a límites extremos. Cada uno tiene que dejar totalmente de lado su vida anterior y solo se pueden hacer cosas juntos. ¿Eso es amor?
Potenciar la autonomía, clave en las relaciones de pareja equilibradas
En ese tipo de relaciones, el bienestar del otro se pone por encima del propio. Se potencian los celos y el dejar de lado a amigos y familiares para estar más tiempo y de forma exclusiva con la pareja. Estas relaciones tóxicas de dependencia solo generan malestar en todos los ámbitos de la vida, pudiendo derivar incluso en situaciones de maltrato. Por ello, es importante cambiar estas creencias amorosas románticas por otras más realistas.
Así, para conseguir relaciones de pareja equilibradas es importante que tratemos de llevar a cabo conductas igualitarias y de buen trato. Hay que tomar conciencia de que cuando nos enamoramos de alguien no nos fusionamos con esta persona convirtiéndonos en un solo ser, sino que cada uno sigue teniendo unos derechos y unas necesidades que no tienen por qué satisfacerse exclusivamente dentro de la pareja.
Claro que hay que ser capaces de estar a gusto con el otro, incluso de tener momentos juntos de auténtica intimidad y complicidad, gracias a la confianza que da el vínculo amoroso. La diferencia estriba en saber que no hay que hacerlo todo juntos, sino que es posible tener interdependencia dentro de las relaciones de pareja equilibradas.
Así, es importante que seamos capaces de establecer límites saludables y potenciar por un lado la confianza y la apertura al otro, y por el otro la autonomía, el empoderamiento de cada uno de los miembros y el tiempo para estar con otras personas o en soledad. En definitiva, consiste en dar, pero también en saber recibir, en encontrar un equilibrio en el que cada uno se sienta bien de manera individual y con la pareja. Y es que… ¡A amar también se aprende!