El peso justo: otra enseñanza para los hijos

Enseña a tus hijos e Hijas la importancia del equilibrio.

La mirada que tenemos sobre nosotras mismos se modifica inevitablemente cuando, además, nos observan nuestros hijos.

Me juega en contra la autoestima… el exceso, digo. Hace una vida que tengo sobrepeso. El suficiente como para que sea claramente visible, pero sin que me impida hacer todo lo que quiera en paz. O al menos eso creo yo.

¿A qué médico deberíamos visitar?

Sin hacer ningún tipo de apología sobre cualquier peso que no sea saludable, nunca dejé de ponerme (o de sacarme) la ropa que me gustaba. Nunca me di vergüenza ni me sentí poco atractiva. No sé bien cómo me ven los demás, pero tampoco me ha preocupado demasiado. No es que no me interese la estética. De hecho, me veo divina (no siempre, claro) así, en toda mi humanidad. Ojo, puede ser que además de un nutricionista necesite anteojos.

Ahora, desde que fui madre hay un par de ojos, dos miradas, que sí me interpelan. Porque cuando me miran crean esquemas de lo que son o lo que serán. Confiar en que irán por el contrario no es una buena apuesta. No me molesta mi sobrepeso, lo que no me gusta es que ellas vean que no he hecho nada para lograr un mejor equilibrio entre mi talle y mi salud.

Es que la inmensa fuerza de voluntad que tengo para otras cosas me falla a la hora de ponerle límite a una de las cosas que más disfruto: cocinar, comer, festejar. Ya sé que no son sinónimos, pero la razón no siempre triunfa.

Mientras, en el ejercicio de la maternidad, encontré otros caminos que tienen su parte positiva, si no fuera porque además han sido excusas: mis hijas comen de todo, hacen deporte y tienen un peso saludable. Sin embargo, cuando hablamos de los modelos sociales de gente muy flaca que no son ni reales ni sanas, me siento una impostora. Para un lado o para el otro, el desorden o la exageración no son buenos.

Los hijos hacen que nuestra mirada sea más certera, sin perder la piedad. Nunca es tarde y por ellas haría todo, incluso comerme el mundo sin que sea literal. No me importa realmente cuántos kilos puedo perder, si no que ellas aprendan del intento, los errores y el esfuerzo.

Quiero enseñarles algo que me repito bastante: dar un primer paso no nos garantiza llegar directamente al lugar deseado, pero nos asegura salir del lugar en el que estamos.

Además, andar más liviana hace, sin lugar a dudas, que todo sea más ágil.

Fuente: DISNEY BABBLE.

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